SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Tuesday, October 15, 2013

Óscar Bustamante

El Mercurio Revista de Libros Domingo 6 de Octubre de 2013

Adelanto 1941-2013
La literaria despedida de Óscar Bustamante


Ofrecemos un fragmento de su última novela, cuya presentación se realizará tal como estaba planificada: el 14 de octubre, a las 19:30 horas, en la Academia Chilena de la Lengua.
Arquitecto de profesión, Óscar Bustamante cultivó los deportes, la música, la pintura y la literatura, en la que debutó en 1991 con la novela Asesinato en la cancha de afuera . También autor de dos libros de cuentos, alcanzó a ver publicada su última novela Los tormentosos últimos días de un irreverente (Uqbar).

"Ordenaba el tercer whisky cual náufrago en la solitaria terraza del café Las Meninas, recordando asuntos sentimentales derivados de la carta de Matías, entremezclados con el muy agraciado rostro de Elvira, y aquel picaresco de Quilográn, a propósito de la disponibilidad del piano, cuando un automóvil rojo decorado con centelleantes llamaradas alusivas a dragones en sus costados frenó abruptamente en medio de la calzada..

(...) «¿Relajándose...?», preguntó Radomiro mientras introducía formalmente a Winton y a Kevin con una mano en dirección a los aludidos, remanentes de la picaresca quevediana avecindada en este confín, de miradas escudriñadoras como si fueran espantapájaros en medio de un prado de mesas vacías. Radomiro se inclinó sobre la mesa y preguntó, ¿podemos...? Acercó una silla y con un gesto de la mano invitó a sus acompañantes a confraternizar con el monsieur , calificación pronunciada con ese dejo de ironía que me tuvo al borde de despedirlos tout de suite de mi entorno.

Alcé una mano a la gorra y una seña en dirección al mozo para que hiciera una ronda de Vat 69. Le junior santificó el producto alzando el dedo índice y ordenando que procediera a derramar el licor sobre el hielo. Winton y Kevin, a pesar del aporte, me miraban con recelo. Luego del primer sorbo de whisky y un sonoro aaaahhhh de agrado, Radomiro, apuntando a mi corazón, les comentó que yo era ese tipo «total» del que les había hablado y en un torrente de palabras intraducibles me definió como «choro-marisco, bacán vida a toda raja veloz, lóndine plus total a la maula. ¿Me cachan?»

Cerré los ojos. Lisonjas superficiales que denigran, si bien comprendo que una figura tan fuera de contexto como la mía llame la atención. La ciudad aparentemente no puede resistir tomar posiciones frente a alguien tan enigmático y se habla «del parisino», noctámbulo que se enfrentó a los poderes del dinero en un oscuro incidente en el Banco Trueno. Orinar el aparato de entrega de dinero mecanizado del Trueno a pleno mediodía no pasó inadvertido por la prensa local. Un rebelde".

Chapado a la antigua y abierto a la modernidad


Descubrió uno de los mejores títulos de novela que existen en la literatura de la lengua: Explicación de todos mis tropiezos . Y unió a él una novela magnífica, como lo han reconocido sus muchísimos lectores. Fue un escritor de prosa aplomada, segura, honesta, convincente. Dio con un estilo propio, reconocible, y construyó arquitecturas narrativas atrayentes. Gracias a ello, su obra dio vida a una cierta burguesía maulina, a menudo agraria. Lo hizo sin costumbrismos sino que encontrando en esa geografía humana individuos perturbadores y entrañables. Su ironía tenía algo bondadoso, comprensivo. Creó una asombrosa cantidad de personajes memorables. En su novela El jugador de rugby -uno de sus libros más significativos- mostró el proceso de maduración de un niño chileno en un internado inglés y exploró con hondura el cruce de culturas así como las formas del abuso. Es una novela de una "belleza terrible".

Fue una persona que recorrió con intensidad las diversas dimensiones de la vida. Encarnó el ideal de la persona completa, del "all rounder" que le inculcó su colegio, The Grange. Agricultor de fundo viejo, deportista dotado y entusiasta (rugby, box, polo, tenis), arquitecto modernista y de buena mano, aficionado a la pintura, al jazz y, sobre todo, a la conversación de tiro largo, fue en el fondo un escritor de veras. Escribió con pasión ganándole tiempo a la muerte que lo cercaba. Y fue, después de todo, un hombre de familia, con algo patriarcal adentro. Al caminar parecía que llevara puesta la manta de castilla del antiguo patrón de fundo, aunque ya invisible. Era un caballero chileno chapado a la antigua, pero atravesado por las rupturas de la modernidad y abierto a ella. Amó la belleza
y la encontró. Y quería y se hacía querer.

Arturo Fontaine



El niño y el río

En tus notables cuentos y novelas sacaste del olvido un mundo que comenzó a desintegrarse con la reforma agraria, y ellos pueden ayudarnos a entender mejor una parte fundante de nuestra historia.  

Por Cristián Warnken

El Mercurio Santiago de Chile
jueves 10 de octubre de 2013
Actualizado a las 6:05 hrs.



 
Querido Óscar:

He estado buscando cómo escribir sobre ti, y parece que voy a terminar por escribirte a ti. La idea me la dio otro amigo en común nuestro, que ante tu muerte veloz y estoica te escribió una carta en Facebook. La carta me parece el género adecuado para hablar de ti, que cultivaste el diálogo íntimo, generoso y gratuito. Le escribo, entonces, esta carta a Óscar Bustamante, un niño del Maule profundo y perdido, que anduvo entre nosotros disfrazado de adulto desgarbado y trato fino, de arquitecto y escritor.

Mi mujer me contó que entró hoy en una librería y preguntó por tu última novela, "Los últimos días de un irreverente", y el librero le dijo que estaba agotada. ¡Agotada! Tuviste que morir para que algo se hablara de ti en la "escena" literaria local, más preocupada de la mirada de la crítica literaria que se hace en Madrid que de desentrañar lo propio, esa "aldea remota y presuntuosa" que somos.

Tú fuiste de los pocos que decidiste narrar un trozo de tu provincia y de tu infancia, no tuviste complejos en contar ese Maule del que fuiste parte y extranjero a la vez. Por eso, tal vez, tu muerte no fue primera plana: el mismo día fallecía un norteamericano autor de best sellers , y eso pesó más que tus notables cuentos y novelas. En ellos sacaste del olvido un mundo que comenzó a desintegrarse con la reforma agraria, y ellos pueden ayudarnos a entender mejor una parte fundante de nuestra historia.

¿Por qué negamos esa ruralidad que fuimos y tal vez sigamos siendo en el fondo? Como Rulfo, que supo extraer belleza de un mundo seco y de muertos, y Guimaraes Rosa, que visibilizó un Brasil hasta entonces poco conocido, tú descendiste a Santa Rosa de Lavaderos, a la casa de adobe de tu infancia, al impetuoso río Maule de los inviernos de antes, a los cerros de vegetación autóctona que todavía no había sido arrasada por los bosques de pinos, y eso lo narraste. Lograste dibujar, para tus pocos pero fieles lectores, lugares sin "glamour", de una austeridad y precariedad chilenas únicas, hoy definitivamente extintas.

Escribiste en la frontera entre un Chile que ya se fue -el de las lámparas a parafina que tu padre encendía en los marcados inviernos- y otro que viene, patéticamente aspiracional, y que caricaturizaste de manera tan doliente y sarcástica en tu última novela.

También alcanzaste a bucear en este Chile otrora provinciano y ahora "venido a más", del que Talca puede ser la gran metáfora. Ciudad conventual y arrasada por los terremotos, espacio asfixiante de "cuchicheos" y del "qué dirán", mezcla letal de beatería y arribismo, plaza de armas y concentrado de todos nuestros peores defectos y virtudes, pero donde el paisaje -el gran personaje de fondo- es lo que todavía nos salva.

Así, en una cena de Navidad contada en tu última novela (y en la que parodias a Proust, pero en clave talquina) vas desnudando magistralmente a los arquetipos de nuestra siutiquería local, pero tu mirada no deja de posarse nunca en la naturaleza, que parece sobrevivir pura e incólume, más allá de todo. Dices: "En la lejanía oriental, la luz agonizaba en los farellones andinos; luz y sombra en los cañones profundos socavados durante miles de años por los torrentes de los ríos, una atmósfera que asocié al color de bronces del atardecer y que una leve brisa de vientos del sur convertía en espejismos".

Ahora que partiste no sabemos a qué paisaje o ausencia, retengo el gesto del protagonista de tu novela "El jugador de rugby ": el niño recién llegado a Inglaterra, llevado por sus padres a un internado, guarda un secreto en su bolsillo. Ahí tiene una pequeña piedra que sacó como talismán del río Maule y que llevó hasta allí y que repasa con sus dedos, como aferrándose a un pedazo de su país ahora lejano. Ese niño eres tú, y ese río y sus piedras resuenan en ti. Y no estás en ninguna parte, sino en el límite entre lo perdido y lo hallado. En un Chile que se fue, en un Chile que se nos fue para siempre contigo.


  
 

PSU@ElMercurio.comEdiciones Especiales






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