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Editor: Neville Blanc

Thursday, November 29, 2012

Diseñar la portada de un libro no es algo sencillo

Clarín Revista Ñ Ideas
  • 29/11/12
  • La tapa es el mensaje

    Diseñar la portada de un libro no es algo sencillo. Allí debe condensarse todo lo que el volumen expresa con una sola imagen: arte, ideología, temática, identidad editorial y una clara invitación a la compra. Opinan cuatro diseñadores.

    POR Mauro Libertella

     
    Una obviedad: los libros no son únicamente textos encuadernados sino que son también –fundamentalmente, diríamos atentando contra su mística– objetos de consumo. Todo cambia según el enfoque; encarados desde lo puramente material, pensándolos como una mercancia más del sistema capitalista, los libros son en una primera instancia una pura exterioridad, un rostro en cuyo poder de atracción se juega buena parte del éxito de ventas. Pero a diferencia de, por ejemplo, una gaseosa o un paquetes de cigarrilos, por mencionar sólo dos elementos donde también impera el diseño y la presentación general del objeto, el libro tiene un plus innegable. Portadores de una ideología, una historia, una idea o una confidencia, según el caso, el libro se posiciona bien alto en la piramide de lo fetichizable. Y en esa realidad compleja que lo convierte para un grupo de iniciados en uno de los objetos de deseo por excelencia, la tapa cumple un rol definitivo. ¿Cómo se origina una tapa de libro? ¿Qué motiva al diseñador? ¿Por qué se toman una decisiones y se relegan otras? Hacia ahí vamos.
    “Desde hace un tiempo las editoriales han empezado a prestar atención a las tapas de los libros y eso es algo maravilloso, falta que nos demos cuenta que los libros son objetos, y que empecemos a prestar también un poco de atención al papel, a la encuadernación y a los sistemas de impresión, cosa que masivamente está muy descuidada en Argentina”, dice Juan Pablo Cambariere, diseñador de tapas para los sellos Sudamericana, Siglo XXI, Eterna Cadencia, La bestia equilátera, entre otros. Por supuesto, la industria es amplia y heterogénea, y no todas las editoriales proponen la misma relación con el libro como objeto. No es lo mismo, desde ya, un conglomerado de sellos como el Grupo Planeta, que edita cerca de 300 títulos por año, y cuyo poder de distribución y visibilidad es superlativo, que una editorial como Mansalva, que lanza unos veinte libros en el mismo lapso. Diríamos que, a grandes rasgos, unos apuestan a la potencia del impacto masivo y otros al valor del libro único, insular. Cambariere, que diseña para ambos estilos de trabajo, dice que “las editoriales grandes como Planeta o Sudamericana son un mundo, pasa de todo: pueden darte libertad total y al siguiente libro restringirte un montón los recursos, depende del libro, el autor, el momento, la relación editor-autor, etc. En las editoriales chicas es más regular: o siempre te dan mucha libertad o no te la dan nunca”. Juan Manuel Ventura, que también diseña para “tanques” y subterráneas (Planeta y Caja Negra, por ejemplo), opina que “son distintos tipos de búsqueda. En términos generales, el diseño para una editorial independiente no está tan anclado a la coyuntura del mercado. Se puede decir entonces que existe un poco más de “libertad” a la hora de tomar decisiones. La competencia no es tan feroz, y los libros que llegan a las vidrieras de las librerías lo hacen por mérito propio. El diseño para un sello grande suele estar condicionado por otras variables, por pautas previas de trabajo, por ejemplo. Pero esto de ninguna manera implica ir a menos por el lado creativo, todo lo contrario: es otro tipo de desafío. La idea es adaptarse a un marco distinto para desarrollar una idea, poner en juego otras cosas. La diferencia entre cada tipo de sello no tiene por qué influir en el resultado final del trabajo: cada libro pide lo suyo de acuerdo con su entorno de publicación”.

    Hacerlo con estilo
    Una de las diferencias conceptuales más salientes entre portadas de distintas casas es que algunas editoriales, desde su diseño, han alcanzado el nivel de lo inconfundible. Pero no es lo mismo tener un estilo que una colección con diseño fijo, casos Anagrama o Tusquets. ¿Cómo se busca un estilo editorial? Tomemos el ejemplo de Caja Negra. Dice Ventura: “Caja Negra es un caso poco común, una suerte de anti colección, porque cada tapa tiene su propia línea estética. Sin embargo, pese a que cada cubierta implica una búsqueda, después de haber publicado veintiséis títulos podemos decir que hay algunas constantes que van constituyendo la idea de una serie, más que de colección. Hay una tensión entre el minimalismo de la figura en contrapartida con la carga cromática, por ejemplo, como una estrategia de comunicación oblicua que sugiere conceptos en lugar de ilustrar contenidos. En ese sentido, se puede leer como una apuesta moderna –estéticamente hablando– no necesariamente anclada a lo contemporáneo –entendido como moda. Y me parece que esto se puede leer como un correlato de la apuesta editorial: De Joy Division a Mauricio Kagel, de William Burroughs a María Negroni, por citar nada más que algunos autores del catálogo. Lo que tenemos claro es que queremos diferenciarnos de las tapas que hay hoy en día en el mercado editorial con propuestas que de alguna manera gustan y funcionan. Nuestra búsqueda visual está en constante desarrollo, va mutando con el tiempo. Incluso, esperamos ansiosos algunas reimpresiones para rediseñar las tapas, algo que no es tan habitual”.
    Otro caso interesante es el de Mansalva, que cruzó de un modo feliz un catálogo de vanguardia con una serie de tapas compuestas por Javier Barilaro, artista plástico. Sobre el proceso de composición de los libros, dice Barilaro: “Buscamos, junto con Francisco Garamona, que sean artefactos artísticos, por sobre la ‘comunicación’. Uso fotos que pueden relacionarse literalmente al título o no. Lo que trabajo bastante es la puesta tipográfica: que las letras se ‘peguen’ y ‘despeguen’ de la foto mediante colores y puesta en el espacio, que pisen lo significativo de la imagen si vale la pena; no tengo pruritos, por ejemplo, en posicionar letras sobre los ojos de una cara... incluso hemos usado fotos cuya proporción era apaisada, en posición vertical. Trato de hacer lo que un diseñador gráfico diplomado no se animaría a hacer. Yo no lo soy, así que esa es mi coartada. En un principio fue libertad total para sorprender, hoy ya hay un estilo, creo que reconocible. Nos divertimos mucho haciéndolas, no somos ‘serios’, en el sentido malo del término. Y por supuesto hay una negociación con el autor”.

    Letra y música
    ¿En qué medida se asemejan, además, los conceptos de portada de un libro y de un disco? Sabemos que el disco tocó su cenit de diseño con el imperio del vinilo, con esas portadas de más de 30 centimétros por lado, que algunos colgaban en las paredes de su cuarto con el cuidado y la devoción con que se cuelga una pintura. El cd, que es el último formato palpable para la música, tiene una portada de 12 cm por lado, lo que reduce considerablemente los efectos visuales de la portada. Sin embargo, los diseñadores gráficos siguen dando batalla desde el cd, y ya es un lugar común escuchar aquello de que hoy, si no nos bajamos gratuitamente de Internet los discos, es por el valor agregado de la tapa y el booklet. Alejandro Ros, que hizo tapas para Babasónicos, Fito Páez, Illa Kuryiaki, Soda Stereo y Spinetta, entre muchos más, dice sobre los pasos que llevan a la tapa final de un disco: “El primer paso es escuchar el demo con los músicos, que me cuenten cómo se hizo el disco, si hay algún concepto, si tienen alguna idea de lo que quieren decir, o sólo dejarnos llevar por la música. Después me llevo una copia del demo y empiezo a trabajar, mando mails con ideas, nos volvemos a reunir para decidir si hay que hacer foto o ilustración, o trabajar sobre algo hecho. Luego se decide el fotógrafo, se hace la toma, el original, se habla mucho con la imprenta por si hay algo especial que desarrollar. Como ves, ¡nada de magia!”.
    En cuanto a las grandes diferencias para un diseñador entre hacer tapa de disco y de libro, Cambariere sostiene que “es una generalización, obvio, pero en la mayoría de los casos un escritor te va a usar como medio o soporte, mientras que a un músico le va a interesar tu particular interpretación de su obra. El escritor te va a pedir que transmitas su mensaje mientras que al músico le va a interesar que interpretes su mensaje. A los músicos por lo general les interesa mucho más tu opinión y tu visión sobre la obra, lo entienden como algo mucho más autoral, siempre me han hecho sentir como un miembro más de la banda. Ojo, no quiero que quede como que estoy emitiendo un juicio de valor sobre ninguna de las dos situaciones, son simplemente circunstancias diferentes que yo noto que se repiten, pero las dos son válidas y con las dos me siento muy cómodo trabajando”.

    Diseñá tu época
    Dicen que los grandes textos deberían ser retraducidos cada 50 años; ese es, minutos más minutos menos, el tiempo que tarda la lengua en mutar de piel, en asentar nuevos giros dialectales y pasar algunos modismos a retiro. ¿Sucederá lo mismo con las tapas de libros? ¿Cuánto tardan en envejecer? Como toda propuesta icónica, atestiguan a su modo los síntomas de una época. Hace un par de meses, un artista belga, Tom Haentjens, lanzó el proyecto “Doedemme”, para el que convocó a 28 artistas gráficos de distintas nacionalidades y les encomendó la tarea de diseñar sus propias tapas para 100 clásicos de la literatura de todos los tiempos – Moby Dick , Madame Bovary , Anna Karenina , Emma , Cien años de soledad , Ulises ; ya saben cómo sigue. Una visita por la web que agrupa los resultados (www.doedemee.be) evidencia de forma bastante ecléctica pero precisa cuál es la relectura a partir de la sensibilidad visual contemporánea de hitos de la cultura escrita mundial.
    Un tema distinto son las modas. Por ejemplo, los libros juveniles de vampiros, como la híper vendedora saga de Crespúsculo , impone su propia moda visual: una combinación bastante sencilla de negro (noche) con rojo (sangre) y blanco (palidez). La fórmula pegó, y las librerías se empezaron a llenar de libros con letras en relieve y estos colores en el centro de la escena. En lo que refiere a las modas, Juan Pablo Cambariere apunta: “Yo prefiero no seguir modas o tendencias. Oscar Wilde dijo ‘la moda es algo tan horrible que hay que cambiarla cada seis meses’. Mejor no, esa es una de las cosas que me enseñó Alejandro Ros”.
    (Un paréntesis: en otra nota haremos, algún día, la historia de las peores tapas de libros de todos los tiempos. ¿Puede una tapa ser tan fea como para darle un golpe mortal a un libro?) Otro proyecto interesante es el del diseñador inglés Cristophe Gowans, que ideó The Record Books (http:therecordbooks.tumblr.com), donde diseña tapas de libros sobre títulos de discos capitales. Son todas hermosas, y encontramos entonces la tapa de un libro imaginario que se llama Bad , por Michael Jackson, el libro de Purple Rain de Prince o el de Daydream Nation de Sonic Youth. Hay algo importante que delata este proyecto, que es la relación del diseñador con el objeto a diseñar. ¿Será más productiva la relación, digamos, si le interesa o lo interpela el libro que va a diseñar? Sobre esta cuestión, Juan Manuel Ventura dice: “Desde que empecé a trabajar en diseño editorial tuve la suerte de participar en proyectos interesantes. Revistas como La caja, No hay derecho, El Rodaballo, Los Inrockuptibles, Kilómetro 111, Pisar el césped, Ur, y editoriales como El cielo x asalto y Caja negra. Siempre estuve vinculado a temas que me interesaron. No hace mucho empecé a trabajar para el Grupo Planeta, donde me abrieron un poco el panorama. Si me gusta o no un texto sobre cual diseño no creo que influya en el resultado final de mi trabajo, aunque siento que en mi caso sería una presión extra: por suerte, la mayoría de los autores que me interesan y para los cuáles diseñé están muertos, no sé si me habría sentido bien sabiendo que alguno de mis diseños no les gustaba. Hace unos meses, en Planeta me encargaron el rediseño de la colección de la obra de Roberto Fontanarrosa: si semejante trabajo no me mete presión como diseñador es que no tengo sangre en las venas”.

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