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Editor: Neville Blanc

Sunday, January 29, 2012

Encuadernado y restauración

Uno de los orgullos de Mariano Muñoz es haber obtenido en un remate los cuños de bronce de Abraham Contreras, uno de los más célebres restauradores nacionales.

Osvaldo Avello recuerda una restauración y encuadernación que tuvo que hacer para el Papa Juan Pablo II, a nombre de Ricardo Lagos, en ese entonces Presidente.


 



Algunos coleccionistas piensan que restaurar el libro le quita valor. Muñoz recomienda fabricar una caja, como si fuera el libro, para guardar el original dentro.


El Mercurio Santiago de Chile domingo 29 de enero de 2012
Actualizado a las 6:15 hrs. El Mercurio Emol
Encuadernado y restauración:
El viejo arte de vestir y revestir los libros
Es un oficio en peligro de extinción, que perdura a través de unos pocos artesanos. Lo ejercen desde la academia o la práctica.
Camila Mellado Vargas

Los libros son esencia y sustancia. Una historia en un recipiente. Actualmente, el proceso de empastado y encuadernado se hace en serie; uno tras otro pasan a ponerse su uniforme. Pero no siempre fue así.

Antes se les hacía la ropa a medida. Se cortaba, satinaba y doraban los bordes de las páginas para que el polvo no entrara en ellos. Se los encuadernaba en tablillas forradas de pergamino para que duraran más de 500 años, y se remataban sus puntas con metal. Poderosas letras y diseños quemados sobre el cuero o marcados a pulso los decoraban. Decenas de eruditos trabajaban uno junto a otro procurando proteger los libros de la mejor forma, vestirlos lo más dignamente posible.

Hoy, no más de media docena de hombres en Chile conoce y practica los secretos de la restauración y encuadernación clásica. En ellos se preserva este antiguo arte.

Aprender con los maestros

Mariano Muñoz (marianohablando@hotmail.com) ha sido muchas cosas durante su vida. Es psicólogo de la Universidad de Chile, Magíster en Comunicación y Doctor en Filosofía de La Sorbonne, entre otras.

"Leo un libro diario desde que tengo 15 años", cuenta. Ha escrito un par de historias, y también ensayos. Sin embargo, se complace en autollamarse encuadernador. Un letrero escrito con letras góticas pende de la puerta de su habitación confirmando el placer que le produce el título.

"Amo los libros y desde siempre me gustó hacer cosas por ellos". Su carrera comenzó con uno de los grandes del género, Nils Navarro, quien le enseñó lo primordial. Poco a poco se fue transformando en pasión. En uno de sus viajes a Europa decidió tomar clases allá. Tuvo la suerte de ser instruido por Josep Cambras, encuadernador de la corona española; con él aprendió restauración medieval y gótica. Luego siguió especializándose con otros expertos de talla mundial. Incluso pasó un par de meses aprendiendo en un monasterio.

Es el único en Chile -asegura- que maneja la técnica de grabado y dorado con polvos de oro, además del encuadernado gótico medieval. Cada una de sus obras es original, tiene un carácter determinado y está influida por sus conocimientos de arte y literatura. Le gusta trabajar con conceptos, cada libro tiene un carácter, una esencia, y él se esfuerza en retratarla en su encuadernado. Siempre que el cliente así lo quiera, por supuesto. Por sus manos han pasado desde primeros ejemplares muy costosos hasta libros sin valor económico, pero con un significado especial para sus dueños. En esto trabaja con el cliente para construir un encuadernado especial. Compra el cuero en sus viajes a Europa y lo prepara y adelgaza manualmente. El papel que pega al dorso de la tapa lo pinta en base a lo que quiere el cliente y lo que le sugiere a él el libro.

Los libros no olvidan

"Yo soy de la época de los que pateamos piedras cuando salimos de cuarto medio", cuenta Osvaldo Avello (fono 90823190). "Lo único que sabía hacer, desde adolescente, era encuadernar". Y a eso se dedicó.

Partió reparando los libros que compraba en ferias y empastando revistas que coleccionaba. Con el tiempo entró a trabajar a una encuadernadora donde aprendió más detalles del oficio. Muchas cosas las ha descubierto en el camino. A lavar y a restaurar papel aprendió probando, testeando fórmulas, midiendo la acidez del papel, de la tinta. "No quiero decir que soy el único de Chile que lo hace, porque puede haber más, pero yo nunca he encontrado ninguno", y los buscó arduamente, sobre todo para comparar técnicas y perfeccionar lo que aprendió solo.

Puede demorarse meses en terminar un libro. Los lava varias veces y con distintas fórmulas, hoja por hoja. Con suave papel de arroz va rellenando los orificios que ha dejado el tiempo. "A veces hay que teñirlo para que dé el tono exacto. Ahí hay que usar las agüitas: de té, de tabaco", cuenta, revelando parte de su técnica. Luego viene el cocido en telar y el encuadernado. Trabaja con distintos materiales en esta etapa. Él prefiere el pergamino y el cuero de chivo marroquí, pero sólo los usa cuando el cliente los trae. Sale muy caro comprarlos. Lo mismo con los papeles marmolados, que son traídos de los más exóticos rincones por los clientes que prefieren su trabajo. Todo lo hace a pulso, en su taller. Marca, sin que le tirite la mano, los decorados de las tapas y dora cuidadosamente las imágenes de los lomos y cubiertas. Incluso trabaja los relieves si el cliente lo pide.

"Estoy tan acostumbrado, me gusta tanto hacerlo, que ya sé que no puedo trabajar en otra cosa", afirma. A medida que restaura aprovecha de leer las "historias que a nadie le interesan", dice Osvaldo. "Muchas cuentan barbaridades; Chile cada cuarenta años es un regadío de sangre. Eso la gente lo olvida. Pero los libros lo guardan", concluye.

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