SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

My Photo
Name:
Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Friday, August 13, 2010

UN LIBRO CLASICO DE JORGE INOSTROSA SE FILMA EN EL NORTE




PATRICIA ARANCIBIA, HISTORIADORA Y ACTRIZ


Reportajes y Entrevistas
Séptimo arte
Revista Capital
Artículo correspondiente al número 282 (13 al 26 de agosto de 2010)
Asistimos –en pleno desierto- a la filmación de la futura serie televisiva Adiós al Séptimo de Línea. Como corresponde a Capital, no nos bastó con mirar ni conversar con su director, Alex Bowen. También nos integramos al elenco de actores… y vaya con que rol.

Por Patricia Arancibia Clavel.

Cuando Mega me pidió que asesorara históricamente la producción televisiva de Adiós al Séptimo de Línea, acepté con entusiasmo. Implicaba volver a leer una de las novelas más emocionantes y exitosas de la historia editorial chilena, que desde su publicación en 1955 ha vendido más de cinco millones de ejemplares. Su autor, Jorge Inostrosa, muerto prematuramente en 1975, había logrado revivir una de las gestas más épicas de nuestra historia, consiguiendo que varias generaciones de chilenos pudieran acercarse a conocer los entretelones de uno de los conflictos que marcaron para siempre nuestra relación con Perú y Bolivia: la Guerra del Pacífico.

Más allá de sus implicancias históricas, el tema tiene fuertes resonancias emocionales para los chilenos en general y para los descendientes de los miles de soldados que se enrolaron en el Ejército y lucharon con valentía y arrojo por la causa chilena. Entre ellos –de ahí mi especial interés– se encontraban mi bisabuelo, Pedro Fuller, y su hermano Alejandro, quienes además tuvieron el honor de servir en el 7º de Línea, el regimiento protagonista de la obra, que fue creado semanas después del combate naval de Iquique con el nombre Esmeralda, en homenaje a Prat y su tripulación.

El responsable de recrear la novela para la televisión es Alex Bowen, un realizador avezado en estas lides. En el 2005 dirigió Mi mejor enemigo, película basada en el conflicto del Beagle, que en 1978 tuvo a Chile a sólo horas de la guerra con Argentina. El filme lo catapultó como uno de los mejores directores y productores del renovado cine chileno.

Joven y entusiasta realizador, Bowen tiene 43 años y está absolutamente consciente de la responsabilidad que Mega ha puesto sobre sus hombros. La serie –de 10 capítulos– ha generado gran expectación, no sólo por los montos involucrados en su producción (700 millones de pesos), sino por la sensibilidad del tema, en momentos en que Chile espera confiado la resolución de La Haya en torno a los límites marítimos con Perú.

La historia que se verá por las pantallas de Mega a partir de septiembre es una adaptación de la novela, mientras que la novela es una muy buena aproximación a los hechos. Sin embargo, ni el libro ni su versión audiovisual reflejan las cosas tal y como sucedieron. En verdad, ni el mejor libro de Historia podría hacerlo. Con todo, el grueso de los episodios, varios de los personajes, el lugar y nombre de las batallas, la vestimenta, los uniformes, las costumbres y el lenguaje retratan de la manera más fiel que fue posible el ambiente de la época y la personalidad de quienes allí participaron.

El trabajo ha sido intenso. Desde que el Consejo Nacional de Televisión aprobó el proyecto en agosto del año pasado, Bowen no ha tenido descanso. Nunca antes se había realizado una producción de tal envergadura para la televisión, movilizando hacia diversas locaciones a casi un centenar de actores y equipo técnico.

El guión, que tuve la posibilidad de leer antes de que se iniciara el rodaje, tiene todos los elementos para conquistar al público. Detrás de la recreación de hechos y personajes reales y ficticios, está la apasionante historia de Leonora Latorre, –con notable actuación de Fernanda Urrejola– quien en 1879, al estallar la guerra, parte al norte en busca de su prometido, que ha ido a trabajar a las salitreras y del cual no tiene noticias. Angustiada, pensando que ha muerto, acepta la proposición del gobierno chileno de convertirse en espía, enamorando a un militar peruano, el general Buendía. Leonora pasa así a convertirse en una testigo privilegiada de la guerra y en protagonista de fuertes episodios en que actúa de agente del Estado en calidad de peruana, amante, enfermera y otra serie de roles, siempre acompañada de una fiel criada, Elcira Carrasco, representada con gran profesionalismo en la serie por Ximena Rivas.

En terreno

Con el fin de observar de cerca el rodaje, partí hace poco a Huara, un pequeño poblado en el medio de la pampa del Tamarugal, a no más de una hora de Iquique. A mitad de camino y en medio de la nada, se alza Humberstone, la famosa oficina salitrera abandonada que dio en su momento tanta riqueza a Chile. No hay tiempo de turistear. Llego a la posada La Flor de Huara, desde donde se extiende una larga calle que termina en el desierto. “Allá al fondo –me indica un orgulloso lugareño– están los del Séptimo de Línea”. La presencia del equipo de filmación ha revolucionado el pueblo de no más de mil quinientos habitantes. Llevan varios días alojando allí, aislados y con mínimas comodidades.

Es, de verdad, retroceder en el tiempo. A medida que me acerco, se extiende frente a mí una amplia, seca y polvorienta pampa. Pululan en un gran cuadrante preestablecido decenas de soldados chilenos con guerrera azul y pantalón rojo; la mayoría de ellos, de rostros cansados y sudorosos, portan corvos, cartucheras, cantimploras y fusiles con bayoneta calada. Más allá, desordenadamente, las fuerzas peruanas y bolivianas –vestidas de blanco y rojo, sucias y transpiradas– están a la espera de entrar nuevamente en acción. El calor es sofocante pero todos obedecen con muy buena disposición las instrucciones de Bowen, quien –amigo de la excelencia– ha decidido repetir por tercera vez la escena. Se están recreando la batalla de Tacna en el Campo de la Alianza y la muerte del capitán Rafael Torreblanca, héroe de Pisagua, soldado, poeta y uno de los diez personajes principales de la historia. Bowen es persuasivo, explica con sencillez el efecto que desea lograr en la toma y da fuerza y ánimo a los muchachos para que actúen con el mayor realismo. Se pide silencio. Todos toman sus puestos y comienza la filmación.

Hay que verla. Sale perfecto. Atrás, la lucha sin cuartel… Los cuerpos que caen son pisoteados por los que vienen, que siguen jadeantes avanzando hacia el enemigo. Un soldado chileno es masacrado en el suelo por sables y bayonetas bolivianas. Las cámaras se centran en Francisco Rodríguez –el actor que representa a Rafael– y muestran cuando cae acribillado por las balas enemigas. Ceferino, su fiel ordenanza, se acerca al cuerpo ensangrentado de su jefe, lo remece y tartamudeando le dice:

-¿¡Dónde le dieron mi capi… mi capi… tán!?
Con voz casi inaudible, Rafael le ordena:
-Vuelve… vuelve al batallón…
Ceferino responde:
-No, mi capi… si usté no se… no se salva… yo tampoco…

Rafael cierra los ojos y con enorme esfuerzo dada su condición, lo agarra, lo voltea en el suelo y se echa sobre él, cubriéndole el cuerpo. La ola enemiga pasa sobre ellos, clavando sus bayonetas sobre Torreblanca… Corte. Quien hace de Ceferino, Fernando Gómez Rovira, se levanta y sonríe. Hay aplausos.

Me llaman la atención la motivación y la entrega de los soldados en servicio activo que participan apoyando esta magna producción. Forman parte de la II Brigada Acorazada Cazadores, con guarnición en Pozo Almonte, y están orgullosos de tener la oportunidad de recrear esta y otras batallas de la campaña de Tarapacá, muchas de las cuales se filmaron en los lugares de los hechos. Uno de ellos me dice: “nosotros nos sentimos parte de esto. Nos emocionamos y vibramos sólo con el hecho de vestir este glorioso uniforme”.

El director se da un respiro. Alienta y felicita a los actores, mientras observa atento cómo el general Manuel Baquedano (Sergio Hernández) y Rafael Sotomayor (Andrés Skoknic) le dan un último vistazo a los parlamentos de la próxima escena. Caminamos hacia el móvil donde están los equipos de dirección. Bowen está en su salsa, cansado, pero contento con los avances y agradecido del Ejército por todo el apoyo logístico que le ha brindado. “El tema es muy simbólico para ellos y nos han cooperado con todo lo que han podido. Creo que han sido fundamentales para la filmación de las batallas y en todo lo práctico como, por ejemplo, asesorar a los actores en cómo empuñar los fusiles, saludar y dar las órdenes”. Aprovechamos el descanso para unas preguntas.

-¿Cómo fue que te involucraste en esto?

-Me he demorado cinco años en cumplir este sueño. En 2005, mi mujer me regaló los cinco tomos de Adiós al Séptimo de Línea y durante un par de semanas no salí ni a la esquina. Mientras lo leía, iba mentalmente haciendo el guión. Estaba convencido que podía convertirse en una serie fascinante. Me acerqué a Mega –que tenía los derechos- y les propuse llevarlo a la pantalla. Nada es fácil en este trabajo. Pasó el tiempo y seguí insistiendo, una y otra vez, hasta que el canal aceptó mi propuesta y decidió presentarla al Consejo Nacional de Televisión. La ganamos. Hicimos el mejor de los esfuerzos para ello. Tenía enorme fe en este proyecto.

-¿Cual personaje te enamoró?

-Desde el primer momento, Leonora Latorre. Lo que más me gustó de ella es que, al final de cuentas, más que una lucha contra los peruanos, tiene una lucha consigo misma, con el amor. Valiente y decidida, fue capaz de enfrentar a la sociedad de entonces y luchar por su patria y sus amores. Eso me pareció muy atractivo, más aún cuando en mi anterior película, Mi mejor enemigo, casi no aparecían mujeres. Esta es la segunda filmación de guerra que realizo, y el hecho de tener un personaje femenino me permitió dar un giro y adentrarme en su sicología y personalidad, lo que es fascinante. Creo que Fernanda Urrejola hace un excelente papel y ha sido un privilegio trabajar con ella.

-Y entre los personajes históricos, ¿tienes alguna inclinación especial por alguien?

-Rafael Sotomayor, a quien trato con mucho cariño porque si bien en la novela aparece poco y sutilmente, siento que es un personaje digno de rescatar. Piensa tú que fue el conductor civil de la guerra, un hombre con gran capacidad organizativa, que siempre estuvo en terreno buscando las soluciones más adecuadas a una campaña tan dura como era la que se llevaba en el desierto, sin agua, con pocos víveres y todas las carencias propias de soldados improvisados, pero valientes. Me pareció fantástico el respeto mutuo que se dio entre él, un civil, y los militares y me parece importante mencionarlo porque es un ejemplo para el país, ya que aprendemos que si hacemos las cosas en conjunto nos salen mejor que si las hacemos separados.

-¿Crees que esta serie pueda remover sentimientos que afecten nuestras relaciones con los vecinos involucrados?

-Esta es una serie pensada para los chilenos. Es una parte de nuestra historia, y creo que justamente por ser parte real de nuestro pasado debe saberse, conocerse, trasmitirse. En definitiva, la Guerra del Pacífico es parte de nuestro código identitario.

El éxito de la novela así lo prueba, como también el interés que veo entre la gente cada vez que filmo, ya sea aquí en Huara, en Pisagua, Iquique, Santiago y donde hemos estado. Saber lo que hemos sido nos da identidad y, sin duda, nos ayuda mucho a comprender mejor quiénes somos hoy. Creo que nadie va a ir a apedrear la Embajada de Perú después de ver la serie… ¡Imagínate el poder comunicacional que me estarían dando! Además, hemos sido muy respetuosos con la contraparte. En el elenco hay un actor peruano, Hernán Romero, quien, como el general Buendía, se ha integrado al equipo sin ninguna dificultad, al igual que seis actrices de esa nacionalidad.

Historiadora y actriz

Se hace tarde. Hay que seguir grabando. El general Baquedano debe enfrentar junto a Rafael Sotomayor a un grupo de sedientos soldados que ya no aguantan más la sed… Ambos se bajan de briosos caballos y se plantan al frente de éstos, con autoridad. Hay que resistir hasta que se logre reparar las resacadoras de agua que están en los barcos. Miro desde lejos la escena. Y es que tengo que partir a vestirme y maquillarme. Pronto me tocará actuar y bueno… hay que prepararse. Sí, le he pedido a Bowen hacer un cameo.

-No tengo problemas, me dice, pero quizás tú lo tengas…

-¿Por qué?, le pregunto ingenuamente.

-Es que necesito que seas la dueña de “la casa de La China”, el prostíbulo a donde se irá a refugiar herido Roberto Rodríguez (otro agente chileno).

-¿Que yo haga de prosti?, le digo, incrédula.

-Así es... (me contesta socarrón, creyendo quizás que eso me detendría) … Repuesta de la primera impresión, contesto sin chistar que acepto el papel. Es una gran humorada que no quiero dejar pasar. Es muy simple, vestida a la usanza, sólo tengo que abrir una puerta con un pucho colgando en la boca y con cara despreciativa, dejar entrar a Leonora y Elcira que vienen a ver a su amigo. No creo que la escena dure más de 30 segundos, pero hay que producirse. Lo hago sin chistar. Mientras el peluquero me planta una extensión de rizos, la maquilladora me pinta con colores suaves.

–Las “prostis” en ésta época –me dice sonriendo– llevaban poco maquillaje y las joyas estaban reservadas sólo a las grandes damas. Bien –me digo– algo nuevo he aprendido de la vida cotidiana del período. Me siento rara y más aún cuando tengo que vestirme. Un faldón oscuro y una blusa blanca de encaje, obviamente muy escotada. Me paseo nerviosa, como niña chica entre actrices y actores. Pronto me tocará actuar. Está todo preparado. Son ya las ocho de la noche, el cansancio es real y las ojeras, naturales. Leonora toca la puerta y yo, sin dar el tiempo necesario, la abro casi inmediatamente. No es creíble. Todo de nuevo. Tengo que prender el cigarro y contar hasta cinco. Uno, dos, tres… ¡ya! La escena se graba. Corte. ¡Ufff!

Demasiadas emociones para un solo día. En el trayecto de vuelta a Iquique pienso que ha pasado tanto tiempo, más de un siglo y, sin embargo, pese a la vertiginosidad de los cambios, la heroica gesta colectiva aún palpita en el rescoldo del alma nacional. No contra éste u aquél, sino dentro de nosotros mismos. Sí, allá en el desierto terminó de acuñarse nuestra chilenidad.

Circuit City Coupon
Circuit City Coupon